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Fr. Lino Dolan Kelly, O.P.

ESPÍRITU DOMINICANO

 

Pensamiento de 3 Maestros de la Orden: Vicente de Couesnongle, Damián Byrne, Timothy Radcliffe.

 

Carta a la Orden -1975: “Coraje del Futuro”.
Vicente de Couesnongle

 

Cuando el P. Vicente escribió su carta (1975) había casi 8000 dominicos en el mundo; ahora hay menos de 6,000. Si es cierto que hay un aumento de vocaciones en algunas partes de mundo, también es cierto que en otras no hay ni una. Y, como sabemos, va en crecimiento el fenómeno de la no perseverancia en la vocación aún después de ordenación sacerdotal. De hecho, he sentido en mis propias entrañas el dolor de ver salir de la Orden no solamente a muchos jóvenes quienes hicieron su profesión solemne en mis manos sino un buen número de diáconos y sacerdotes jóvenes.

 

El P. Vicente menciona en su carta algunas de las posibles razones por el abandono de la vida religiosa en aquella época: el secularismo que cuestiona la relación con Dios y hace difícil una relación auténtica con Dios, dentro de las principales, y la falta de una auténtica espiritualidad, entre otras. ¿Quién es el que reza verdaderamente entre nosotros? Y, ahora,  33 años más tarde, creo que podríamos, con más claridad, sugerir otros motivos por este fenómeno que pone en cuestión el sentido mismo de la vida religiosa y nuestro razón de ser: el énfasis en el mundo sobre el desarrollo personal por encima del desarrollo comunitario (buscar reconocimiento social con títulos, comodidad material y privilegios), los avances tecnológicos en un mundo globalizado que ofrecen compromisos de plazo corto (ayuda humanitaria sin que afecte opciones personales, trabajo de ONGs), el relativismo, por un lado y el fundamentalismo, por el otro que  llevan a tener conceptos inmaduros de Dios, Jesús, la Iglesia, la fe misma y, sobre todo, de la vida religiosa.  Sin embargo, según estudios serios, a base de datos concretas, el no encontrar una vida fraterna y comunitaria de verdad es el motivo principal por perir la dispensa de votos y el abandono de la vida religiosa. Entre nosotros hay también un entendimiento falso de la democracia dominicana, la no comprensión de los votos y el aspecto contemplativo de nuestra vida.

 

Desgraciadamente, en muchos casos, el modelo de vida apostólica y contemplativa ha sido reemplazado por el activismo y un modelo empresarial y, muchas veces, hace falta el testimonio de vida fraterna de los mayores  para los jóvenes.

Sin embargo, por más negativo que parezca el horizonte y por más que nos preocupe la situación a todos, realmente no creo que es motivo de desánimo o pesimismo. Seríamos deshonestos se no tomáramos en cuenta la realidad con toda su crudeza. Como decía el Padre Vicente, más bien, creo que la preocupación sincera es un signo de salud y fuente de renovación o, como nos ha propuesto la CLAR, de refundación o revitalización.  Hay signos concretos realmente esperanzadores que indican que el espíritu de Santo Domingo sigue con vitalidad aún en medio del caos mundial y la desorientación en la Iglesia misma. Piensen en los misioneros dominicos, arriesgando sus vidas en los países del medio oriente para atender a los cristianos y, a la vez, entrando en diálogo con los musulmanes; o nuestros hermanos que dedican sus vidas a la defensa de los Derechos Humanos en movimientos de Justicia y Paz en zonas de alto peligro, como en el noreste de Brasil o en comisiones de la ONU. Hay dominicos no solamente en las fronteras geográficas en Asia y África y Oceanía sino en las fronteras intelectuales de diálogo interdisciplinaria con las ciencias para asegurar la búsqueda sincera de la verdad – la verdad sobre Dios, sobre el hombre y sobre el mundo mismo.

 

No se debe juzgar la vitalidad de la Orden por números sino por la calidad de vida. En un artículo de Albert Nolan, dominico de Sud África, sobre la Vida Religiosa Hoy, dirigido a las religiosas dominicas de su país, advierta a todos:
“El culto a los números ha sido, y sigue siendo, uno de nuestros problemas más grandes, porque en la vida religiosa lo que vale no es cantidad sin calidad. Lo que se está desarrollando hoy no es cantidad  o números. Lo que se está desarrollando hoy es calidad. Estamos redescubriendo a un nivel más profundo que antes el verdadero significado de la vida religiosa. Cito a Joan Chittister (monja benedictina): “Gracias a la disminución (numérica), la vida religiosa ha vuelto a vivir de nuevo. Disminución nos devuelve a Dios.” Actualmente debemos agradecer a Dios por la disminución de nuestros números. Este es el mensaje de la revitalización de la vida religiosa en el mundo de hoy.”

 

Frente a la situación actual urge que volvamos a nuestros raíces, como nos fue indicado en el Concilio Vaticano II y repetido, varias veces en varios documentos de la Iglesia y en nuestros últimos Capítulos Generales. Y, mas recientemente, en las conclusiones del V Asamblea de CELAM en Aparecida, Brasil, nos ha hechos recordar, como hombres consagrados a Dios, por nuestra profesión religiosa, en las palabras de Juan Pablo II y de Benedicto XVI que “la vida consagrada es un don del Padre por medio del Espíritu a la Iglesia, y constituye un elemento decisivo para su misión.”  La palabra, repetida varias veces en la descripción de la misión de los religiosos es “apasionados por Jesucristo”. Y creo que la pregunta que tenemos contestar, hoy, en nuestras comunidades, es precisamente esta: ¿Estamos apasionadamente enamorados de Jesucristo?

 

Yo siempre hago recordar a la gente que ser verdaderamente cristiano, discípulos y misioneros, no es fácil; si este es cierto, creo yo, aún más difícil es vivir auténticamente la vida religiosa.  Por eso, volviendo a la carta del P. Vicente, hace falta “coraje” y, en sus palabras “no se trata de cualquier coraje, sino del que ha configurado la vida de Santo Domingo.”  Y, continúa diciendo: “El coraje de Santo Domingo es el de uno que, lejos de aferrarse a un cierto pasado porque es pasado, se apoya sobre los valores esenciales y permanentes de éste, para mirar de frente e ir adelante: el coraje del futuro.” Y el P. Vicente nombra 3 características de lo que ha llamado “Coraje del futuro”: una mirada nueva, una disposición al cambio y la esperanza en Dios.


UNA MIRADA NUEVA

Yo tenía como vice maestro de novicios y de estudiantes un fraile que repetía frecuentemente: “somos criaturas de hábito.”  Trabajo actualmente en una parroquia y la frase que más me frustra es: Pero, Padre, siempre lo hemos hecho así – y, por supuesto, este se traduce en: no vamos a cambiar. El pasado llega a ser nuestro único criterio para actuar en el presente. Miramos a las cosas como pensamos que “deben ser” y, muchas veces, no las vemos como realmente son. Así reaccionaron los fariseos frente a las novedades que Jesús anunciaba y, según esos criterios del pasado, lo han juzgado. Jesús volteó la tortilla para que viéramos el otro lado: los últimos serán los primeros, la pecadora es preferida a los fariseos, el ladrón entra directamente en el paraíso, los humildes serán enaltecidos y tanto otros ejemplos. Nos dio nuevos valores con que podríamos ver las cosas. Una nueva mirada que fue más allá de las apariencias. ¿Cómo vivir los valores permanentes del Evangelio en nuevas circunstancias? ¿Cómo ser predicador del Reino en el siglo XXI?

La “nueva mirada” tiene que comenzar con uno mismo: ¿Qué significa hoy el “si” de ayer con que me consagré a la vida dominicana? Y, ¿Cómo veo la Orden y su proyección hacia el futuro? Y, la pregunta del fariseo a Jesús - ¿Y quién es mi prójimo? Y, ¿Cómo vemos al mundo secularizado y distanciado de Dios?

Según nuestras Constituciones nuestra predicación no es solamente dogmática sin, sobre todo, profética. Sin una mirada nueva, como la de Cristo, jamás podríamos ver más allá del horizonte o discernir la voluntad de Dios en nuestros tiempos. Nuestro mensaje, para que no sea simplemente eso, palabras, tienen que fluir de una vida fundamentada en Dios y este será posible solamente si vivimos lo que predicamos, es decir, vivimos como testimonio, el Evangelio.

 

DISPOSICIÓN DE CAMBIO

Nuestra Orden nació en tiempos de cambios culturales y sociales radicales.  Nosotros vivimos en tiempos con cambios culturales y sociales mucho más radicales y mucho más rápidos que en cualquier  otra época de la historia.  Lo que hacía crecer a la Orden en aquellos tiempos fue su creatividad, saliendo de los moldes de vida religiosa conocidos hasta entonces. Y, solamente si vivimos nuestra vida dominicana con creatividad podremos cumplir nuestra misión como Orden de Predicadores.

 

Como decía el P. Vicente, “creatividad, disposición al cambio, coraje del futuro: todo esto va a la par.” Nadie duda que los frailes trabajan pero tendríamos a preguntarnos si nuestro trabajo es para mantener el pasado u orientado hacia el futuro desde la situación actual de un mundo globalizado y secularizado.

 

El celo apostólico de Santo Domingo nació cuando se daba cuenta que la fe del pueblo fue en peligro debido a una predicación falsa sobre la religión, la Iglesia y de Dios mismo. No pudo quedarse indiferente en esta situación y este cambió el rumbo de su vida hasta que naciera nuestra Orden de Predicadores. Su disposición de cambio y su coraje dio lugar a lo que llamamos nuestro carisma dominicano. Su creatividad en esa época de cambio lo hizo fundar su Orden y, desde el primer momento, enviar los primeros frailes a las nuevas fronteras, allí donde ni se escuchaba la Palabra ni se la veía vivida.  Por eso la insistencia en la búsqueda de la Verdad en la contemplación y la misión de anunciarla con coraje profético. ¿Compartimos, hoy, como Orden, estas características de nuestro Padre y Fundador? ¿Tenemos este coraje al futuro y la conciencia de la urgencia de una revitalización del carisma fundante?

 

ESPERANZA EN DIOS

Nuestra “mirada nueva” y “nuestra disposición al cambio” no nos llevarían muy lejos si no fueron fundadas en una auténtica esperanza en Dios. Por esto, nuestra Fe tiene que ser una Fe real y no simplemente una Fe nocional, como decía John Henry Newman o una fe cara y no barata, como manifestó Dietrich Boenhoffer. Nuestra Fe en la Persona de Jesús y no simplemente en unos dogmas abstractos es la fuente de nuestra esperanza, esta fuerza que nos empuje adelante aunque se multipliquen las dificultades.  Más que palabras, el mundo hoy reclama hombres valientes que se entreguen totalmente y osen hablar de Dios presente en la historia diaria. Fue Jesús que dijo a sus discípulos, más que una vez, “No tengan miedo.”

 

No estamos solos en la misión de anunciar el Reino – somos parte de toda la Iglesia. Históricamente, nuestra Orden ha contribuido, con coraje, a avanzar la causa del Reino con la defensa de la Fe y la búsqueda de la verdad porque tuvo esta esperanza que motivaba un celo apostólico radical. Las vidas de nuestros santos, santas y mártires ofrecen modelos de constancia y perseverancia. ¿Dónde estamos hoy? ¿Podemos quedarnos indiferentes o radicados en el pasado? ¿Tenemos el coraje de revisar nuestros apostolados a la luz de las prioridades aprobadas para nuestra Orden? ¿Nuestras opciones pastorales coinciden con las de la Orden y de la Iglesia?

 

LAS PRIORIDADES DE LA ORDEN

Sin duda, es muy importante siempre tener en mente que la Prioridad de prioridades en nuestra Orden es la Predicación. Sin embargo, creo que sea necesario enfatizar que se trata de una Predicación para nuestros tiempos, y no para el pasado. Nuestras propias Constituciones y los últimos Capítulos Generales insisten que nuestra predicación se adaptada de tal forma que en su lenguaje y en su modo de presentación sea comprensible al pueblo y, siempre, como Buena Nueva.

Todos saben que, hace ya mucho tiempo, la Orden ha propuesto 4 prioridades para nuestros tiempos. Cada Capítulo, desde Walberberg hasta el último de Bogotá, ha insistido en estos y han manifestado los retos que representan estas.

La primera prioridad nos habla de una catequesis en el seno de las culturas y los lugares alejados de la fe cristiana. Quizás sea una de las fronteras que más requiere de la presencia evangelizadora y que más resiste esta presencia. Fundamentalmente, estamos entre dos culturas muy opuestos: él de la vida y él de la muerte. Los sociólogos y antropólogos proponen que estamos en un período histórico de cambio cultural. El hecho es que los cambios culturales se producen en nuestros tiempos con una velocidad vertiginosa y corremos el riesgo de quedarnos atrapado en el pasado o de ser simplemente espectadores, mirando la historia pasar frente a nuestro ojos.

Hay nuevas ideas y, por supuesto, nuevas ideologías para un mundo mejor que excluyen a Dios de sus proyectos; hay las culturas de la droga, de la violencia, de la tecnología y la ciencia, que también excluyen a Dios; hay las culturas de placer sensual y religión sin Dios. ¿Sabemos como dialogar con estas culturas? ¿Nos estamos preparando para entrar en contacto con ellas?

 

La segunda prioridad refiere a la organización de la vida intelectual de la Orden y nos orienta a investigaciones filosóficas y teológicas sobre las culturas, las condiciones sociales y económicas y las tradiciones religiosas no cristianas. Se trata, en el fondo, de la política cultural de la Orden. Hasta hace pocos años, hasta el Vaticano II, siempre estuvieron presentes frailes dominicos en los estudios de esta índole. Sin embargo, últimamente,  parece que hay un vacío. Siempre que revise los índices de unas revistas filosóficas o teológicas, busca para autores dominicos y, francamente, raras veces los encuentro. ¿Por qué? No creo que se deba a la falta de inteligencia o capacidad; quizás no hemos comprendido la  urgencia para el bien de la Iglesia o preferimos apostolados más personalizados.

La justicia social es la tercera prioridad propuesta para toda la Orden. Es un hecho que personalmente he corroborado que en nuestras provincias y vicariatos de América Latina, como entidades, no han asumido la Justicia y la Paz dentro de sus prioridades. Por lo general, se nombran un promotor y/o se forma una Comisión de la Familia dominicana y – ¡lo dejan solo! Es su problema como se organice o trabaje.

 

En algunos frailes aún persiste la idea que esta opción es política de izquierda o, peor, una expresión de la Teología de la Liberación. Otros no quieren comprometerse  por miedo de alienar a amigos o oyentes de sus grupos que, quizás, se sentirían aludidos con las denuncias de las injusticias en su prácticas laborales o políticas.

Afortunadamente, el Papa Benedicto XVI, en su discurso inaugural en Aparecida, identificó la opción preferencial para los pobres con la opción de Cristo mismo y en su libro, Jesús de Nazareth, insiste que en la misión de la Iglesia está  la preocupación para una paz auténtica. Enseñar la Doctrina Social de la Iglesia no es algo opcional sino forma parte de una auténtica evangelización.

 

Y la última de las prioridades asumidas es la de los medios de comunicación. Habría que preguntarnos si hemos considerado la importancia que tiene esta prioridad. Sabemos el papel que jueguen los medios en el mundo hoy – radio, TV, Internet, prensa escrita – en su mayoría promoviendo en este mundo globalizado el sistema neo liberal y su sub producto  de consumismo. ¿Tomamos en serio la posibilidad de utilizar estos medios por más de promover actos de culto?

No se trata de dejar lo que estamos haciendo pero, si, se trata de un cambio de mentalidad a través de una formación permanente y una planificación para el futuro. No vivimos en un mundo de ideas puras sino en un mundo que diariamente cambia y requiere de nuestra creatividad y el celo que movía a Santo Domingo. Para esto, habrá que recuperar el aspecto contemplativo de nuestra vocación, con la conciencia de que solamente si hablamos con Dios, estaremos realmente preparado de hablar de Dios.

La contemplación desde la Palabra de Dios es la única fuente auténtica de nuestra predicación y apostolados. Seamos conscientes de que nuestra predicación forzosamente tiene que estar acompañado con el testimonio de nuestra vida. La falta de testimonio rinde nuestra palabra tan vacía como las palabras de los políticos con su demagogia. Nuestro lenguaje y nuestros mensajes tienen que fluir de nuestra propia convicción en Fe en Jesucristo o correr el riesgo de caer en una tremenda hipocresía.

 

Se atribuye a Karl Barth el dicho: La teología se hace con la  Biblia en una mano y el periódico en la otra.  Igual se puede decir de la predicación. Toda predicación debe ser un diálogo entre Dios, a través de nuestras palabras y la gente que nos escuchan.

 

Nos quedamos con la interrogación: ¿Tenemos el coraje del futuro como individuos,  como comunidades y como entidad de la Orden?

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