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LAS TRES VOCACIONES EN LA IGLESIA

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Si bien no es posible saber el plan completo de Dios para nuestras vidas, lo iremos descubriendo día con día, sí podemos descubrir y buscar el estilo de vida que Dios quiere que vivamos. A estos estilos de vida les llamamos vocaciones y cada vocación está basada en el amor, del cual Dios es el principal protagonista. La vocación que Dios concede a los bautizados, en general, la podemos vivir en tres estados:


a) Vocación al matrimonio. Esta vocación o llamado de Dios a vivir en este estado de vida concreto y a realizarnos en el amor, tiene una peculiaridad: Dios nos pensó desde siempre para prepararnos lo mejor posible y entregar todo lo que somos, de manera muy especial, a una familia concreta, a mi familia (mi esposa o esposo y mis hijos), para hacerlos felices y plenos. Y así, ser yo el hombre o la mujer más feliz.


b) Vocación a la consagración de la vida a Dios y al sacerdocio ministerial. Esta vocación, que también es un llamado concreto a realizarnos en el amor, tiene una grandeza muy especial: en vez de entregar todo lo que somos a una familia en especial, lo haremos a toda la gente que nos rodea, a todo el mundo; viviremos para ayudar a todos a ser felices y así ser plenamente feliz. Implica tener un corazón y una capacidad de amar enorme, así como lograr una plenitud y una recompensa en el Cielo también, enorme. Aquí entrarían los sacerdotes, las monjas, religiosas, los religiosos, los laicos consagrados o consagradas, entre otros.


c) Los solteros. Existe un estilo de vocación del que no se habla mucho, pero al cual la Santa Madre Iglesia nunca ha dejado de lado, y que puede ser igual de fructífera que la consagración: nos referimos a los solteros. Es en este campo, en donde hemos encontrado muchas veces muestras de amor universal a toda la gente y de ayuda a los demás, de tal manera que se asemejan a esa entrega de los consagrados a los demás. Tal vez, en algunos casos ni siquiera lo sepan, pero como Dios también los hizo para ser plenos en el amor, se ven por fuerza amando a los demás y buscando su bien, lo que los hace plenamente felices.


Por supuesto, al igual que los casados y los consagrados, si no se realizan en el amor y en la entrega a los demás (para eso fuimos hechos), entonces nos encontraremos con solteros tristes, con casados tristes, con consagrados tristes.

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