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LA PREDICACIÓN DEL FRAILE DOMINICO

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La actividad más importante que realizó Jesús fue la predicación del Reino de Dios, así lo testifican los evangelios. La tarea que, a su vez, Jesús encomendó a sus Apóstoles fue la predicación de su Buena Noticia, así lo atestiguan los últimos capítulos de los evangelios, el libro de Hechos de los Apóstoles y el resto del Nuevo Testamento.

Es claro, entonces, el lugar central que la predicación ocupa en el misterio de nuestra

redención. Lo dice san Pablo: “¿Cómo van a invocar a aquel en quien no han creído? ¿Cómo creerán en aquel de quien no han oído hablar? ¿Cómo van a oír sin que se les predique? ¿Y cómo van a predicar si no son enviados? … Por tanto, la fe viene de la predicación, y la predicación, por la palabra de Cristo” (Rom 10,14-17). Dios se quiso servir de la predicación para que le conozcamos y reconozcamos lo que ha hecho por nosotros. Por eso la esencia de la misión de la Iglesia es la Predicación de la Palabra.

 

Por todo esto, al ser la Orden una institución en medio de la Iglesia, el ser y el obrar del fraile dominico es la Predicación, es el objetivo primordial de su existencia al ser miembro de la Orden de Santo Domingo de Guzmán. Todos los elementos de la vida de la vida dominicana, vida en común, oración y estudio, y todas las observancias regulares, son medios para su santificación y para preparar su predicación para la salvación de las almas. No sólo son sus palabras desde un púlpito o desde una cátedra, es la vida entera del dominico la que ha de ser una predicación, una palabra de vida y de esperanza que se da al mundo.

 

Este fue el don del Espíritu Santo a la Iglesia en el Siglo XIII a través de Santo Domingo, cuando el fervor de la vida apostólica se había apagado y la predicación era casi inexistente. En un principio la autoridad eclesial pensó que Domingo pretendía una “Orden de Obispos”, quienes eran, en ese entonces, los únicos autorizados para la predicación doctrinal. Pero pronto la Iglesia comprendió que la Orden era voluntad de divina y que sería un gran instrumento para la tan ansiada reforma, por medio del Papa Honorio III, la confirmó el 22 de diciembre de 1216. Posteriormente el mismo Papa, verificando la fecunda misión de la Orden de Predicadores dijo en una carta a todos los frailes: “Aquel que incesantemente fecunda la Iglesia con nuevos hijos, queriendo asemejar los tiempos actuales a los primitivos y propagar la fe católica, os inspiró el piadoso propósito de abrazar la pobreza y profesar la vida regular para consagraros a la predicación de la palabra de Dios, propagando por el mundo el nombre de nuestro Señor Jesucristo” (Constitución fundamental de la Orden, N° 1).

 

Entonces, la misión de los Frailes Predicadores es servir a la Iglesia, predicando el nombre de Jesucristo a todas las naciones, mediante una diversidad de maneras, según las necesidades de la sociedad y las gracias y dones de cada dominico. Hoy como en el siglo XIII y como en el siglo I, el mensaje cristiano sigue siendo actual y absolutamente necesario. Nuestra sociedad y nuestro mundo necesitan con urgencia de Dios y de su Palabra.

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