LA ORACIÓN EN LA VIDA DEL DOMINICO

Como para todo cristiano, la oración, para el fraile predicador, es el fundamento de su ser y de su quehacer. La oración es una relación de amor y de amistad con el Dios que por nosotros se reveló, nos envió a su Hijo y se encarnó en el seno de la Virgen María, por obra del Espíritu Santo. Hombres y mujeres consagran totalmente sus vidas a Dios, movidos por la experiencia de su infinito e incondicional amor.
Nuestro gran ejemplo de vida orante es naturalmente Santo Domingo de Guzmán, que
siempre y en todo lugar estuvo en profunda comunión con el Dios vivo, a través de la oración personal y litúrgica que realizaba con profunda devoción. Su voluntad fue que los frailes de su Orden tuviesen la oración comunitaria como elemento central de su vocación.
En el contexto de la vida de oración, la Eucaristía, es el corazón de la vida dominicana, pues es el centro de la liturgia de la comunidad. En ella se actualiza el Misterio Pascual de Jesús que salva y redime a la humanidad; los predicadores la celebran y lo llevan a los hombres en su predicación, para que se incorporen a Cristo. La Eucaristía es la fuente de renovación perenne de la vocación dominicana, cuyo objetivo es la salvación del mundo.
En la celebración eucarística los frailes fortalecen su caridad fraterna y se convierte para ellos en la fuente principal de su fuerza apostólica.
Juno a la Eucaristía, la oración común de la Liturgia de las Horas, es el ámbito en el que los frailes predicadores viven y contemplan amplia y reposadamente el misterio de la salvación para comunicarlo a los hombres. La predicación dominicana no es posible sino se santifican las horas, los días, las semanas, los meses y los años, a través de la celebración de la Liturgia de las Horas.
Siendo la oración una relación personal con Jesucristo, el fraile cultiva asiduamente su oración personal, para acrecentar su familiaridad con Él y adquirir un conocimiento “experiencial” de las verdades de la fe que comunica.
La vida de Santo Domingo de Guzmán y de la Orden de Predicadores, tuvo la especialísima presencia de la Madre de Jesús. Los frailes cultivan su relación filial con la Virgen María, y como ella buscan “guardar en su Corazón” los misterios de la vida de su Hijo mediante la oración del Rosario.