Son Rasgos Fuertes en la Espiritualidad Dominicana
La Misericordia: Esto es lo que pedimos en nuestra profesión: la misericordia de Dios y la de los hermanos.
La Compasión: Lo que nos mueve a la predicación es la experiencia de sentir con los que padecen.
El Gobierno Democrático: Sin perjuicio de nuestro voto de obediencia a nuestros superiores (que son elegidos democráticamente), la democracia es nuestro sistema de gobierno (por ello tenemos “Capítulos”, que vienen a ser como asambleas, conventuales, provinciales, generales), por lo cual todos los frailes somos co-responsables de nuestra vida y misión. Esto, evidentemente, marca nuestra espiritualidad. No se trata de una “dictadura de la mayoría” sino de una búsqueda conjunta de la verdad que nos dispone a escuchar. Nuestra democracia es expresión de nuestra fraternidad y de nuestra unidad. La atención a la opinión de nuestros hermanos es justamente un signo de la actitud de escucha y obediencia al Padre.
La Verdad: “Veritas” es un antiguo lema de la Orden. Queremos “amar la Verdad como se ama a una persona” porque creemos en el que nos ha dicho “la verdad los hará libres”.
La Mentalidad Abierta: No tenemos miedo de escuchar al otro. Nuestro hermano Tomás de Aquino, muy valorado en la Orden y en la Iglesia, decía que para dialogar hay que saber encontrar la verdad presente en lo que el otro dice.
La Itinerancia: Se refiere, en primer lugar, a un concepto espacial, una disposición a viajar, a donde hace falta el anuncio de la Palabra (zonas de frontera donde el Evangelio no es conocido o es cuestionado); pero la predicación pide esta movilidad de muchas otras formas: a nivel social, cultural, ideológico y económico.
La Encarnación: Domingo comenzó la predicación itinerante y fundó la Orden para predicar contra las herejías cátara y albigense, que, entre otras cosas, rechazaban la corporalidad humana como algo malo y contrapuesto a la espiritualidad del hombre. Ante esto, Domingo predicaba que el Verbo realmente “se hizo carne” y, por tanto nuestra corporalidad no podía ser mala. Actualmente, esto nos lleva a tomar conciencia de que el lugar de la salvación es el mundo y la vida humana. Por tanto la espiritualidad (y concretamente la espiritualidad dominicana) no consiste en salir del mundo hacia Dios o renunciar a una vida humana, sino en encontrar a Dios presente en el mundo y en caminar con Dios hacia ser plena y realmente humanos.